Bienvenidos a Westonzuela, donde las arepas son frescas y abundantes, donde los colores amarillo, azul y rojo de las banderas ondean en el viento, y donde periódicos en español como El Venezolano se encuentran en la gasolinera de la esquina.
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Maria Antonietta Diaz vive en Weston, que a veces es llamada Westonzuela, un suburbio del sur de Florida con una importante población originada en Venezuela (Foto de Mike Stocker / Sun Sentinel) |
En este suburbio que colinda con los Everglades, las maneras de tomar el café abundan tanto como los jardines y las palmeras: se sirve negrito, marroncito, cortadito, guayoyo...
Pero tal vez lo más importante para los miles que llegaron aquí huyendo del desorden político y la criminalidad de Venezuela, es que los vecindarios de Weston son callados y seguros.
Autor: Mike Stocker, Melvin Félix y Nicole Brochu / sun-sentinel.com (*)
"Aquí sientes que estás en un mundo irreal. ¿Es posible vivir así? Sí, es posible", dijo María Antonietta Díaz, quien emigró a Weston luego de que su padre fuera secuestrado de su vivienda en Maracaibo, en 1997. "Si tienes una familia con niños pequeños, [Weston] es un lugar espectacular para que crezcan allí".
Weston, uno de los municipios más nuevos de Broward, se ha convertido en un oasis lleno de oportunidades para exiliados cuyos sueños económicos fueron tronchados y hasta sus vidas amenazadas durante los pasados 14 años del gobierno del presidente Hugo Chávez.
Incluso antes de que Chávez fuera electo en 1999, muchos venezolanos del sur de Florida, como Díaz, ya habían emigrado a Weston por una razón clave.
"Fue la delincuencia", dijo la empresaria, quien antes de llegar a Estados Unidos manejaba una compañía de televisión por cable en Maracaibo junto a su esposo y dos hijos. "Aunque estábamos bien económicamente y teníamos trabajos, no veíamos un futuro adecuado para nuestros hijos".
Gracias en parte a las riquezas y el capital intelectual de inmigrantes venezolanos de la clase media-alta, Weston se ha convertido en un lugar donde los niños pueden jugar fútbol y conseguir una buena educación, donde empresarios pueden crear negocios y socializar cómodamente con sus compatriotas, y donde todos pueden conseguir fácilmente arepas, tequeños y otras comidas de su país.
"La calidad de la educación aquí va acompañada de un sentimiento de seguridad personal", dijo Ramón Peraza.
Este ingeniero eléctrico trajo a su familia a Weston y compró el negocio Café Canela hace seis años, luego de que el gobierno venezolano le retirara contratos como ingeniero eléctrico a través de la compañía eléctrica nacional, en la cual él había trabajado varios años antes de abrir su propia firma.
Luego de desmantelar y vender todo su equipo, trajo a su esposa e hijos a Weston, donde alguna vez habían venido de vacaciones.
"Weston tiene uno de los índices delictivos más bajos a nivel nacional", dijo Peraza. "Eso atrae a personas que vienen huyendo de la inseguridad y el desorden".
Rompiendo estereotipos
Weston se ha ganado el apodo de Westonzuela no porque tenga el mayor número de venezolanos en Florida —ese honor lo tiene Doral, en el condado Miami-Dade— ni porque los venezolanos sean el grupo hispano más grande —son la segunda población hispana más grande, después de los colombianos, según el censo de 2010.
Simplemente alude al continuo crecimiento de la población venezolana durante las últimas décadas.
Según cifras del censo de 2000, en Weston vivían 2,020 venezolanos y en 2010 ese número se había triplicado a 6,360. Estas cifras contribuyeron al crecimiento de la población hispana de Weston, que ahora compone casi la mitad de la ciudad.
Aunque las estadísticas del impacto económico de los venezolanos no estuvieron disponibles, su contribución financiera a Weston es innegable, según el alcalde local, Daniel J. Stermer.
"La respuesta es sí: algunas de las propiedades comerciales y negocios que han comprado son de consecuencia en la ciudad", dijo Stermer. "Hace unos años una familia venezolana compró un centro comercial entero".
Y según continúa el alcalde, "los venezolanos también han tenido un impacto cultural, en escuelas, actividades culturales, deportes e instituciones religiosas".
María Vegas, de 35 años, por ejemplo, forma parte de este crecimiento. Emigró de Venezuela en 1997 para estudiar en el recinto de University of Florida en Gainesville, y dice que nunca esperaba quedarse en Florida luego de su graduación.
"Chávez ganó la presidencia un año después así que nos quedamos", dijo Vegas. "Siempre tuve planes de regresar pero ya no, porque él destruyó nuestro país".
Entonces se trasladó a Weston, donde abundan los periódicos para colombianos y venezolanos, y donde la alcaldía ofrece todos sus servicios y anuncios en español e inglés. Incluso algunas escuelas locales, como Imagine Charter, son bilingües.
"Weston es bueno para los niños", dijo Vegas, quien tiene dos hijos que estudian en Imagine Charter. "Hay buenas escuelas y está muy orientado a las familias".
Con la ayuda de inmigrantes adinerados que huyeron de la incertidumbre económica de la Venezuela chavista, la ciudad ha desafiado estereotipos que usualmente definen a las comunidades inmigrantes como de clase obrera.
La ciudad, donde las casas cuestan desde $300,000 hasta millones de dólares, se ha ganado una reputación como el "Beverly Hills de Miami", según Igor Acosta-Rubio, un agente de bienes raíces venezolano de Miami.
"Weston se convirtió en Beverly Hills porque la gente rica que se conocía en Venezuela ahora se conoce en Weston", dijo.
Jerry Haar, especialista en América Latina y decano asociado del College of Business de Florida International University, dijo que Weston le recuerda a muchos venezolanos de alta clase media de los barrios espaciosos con casas señoriales de Caracas.
"Es tremendo para familias jóvenes", dijo Haar. "Es conveniente, cerca de la I-595, lo suficientemente cerca de Miami sin ningunos de los disparates urbanos".
Varias estrellas de la "realeza venezolana" tienen relaciones personales y de negocios en Weston, y contribuyen al estilo de la ciudad. Entre ellos se encuentra una ex Miss Universo, un congresista venezolano que lidera la oposición, una ex jueza de la corte suprema y un ex ministro de energía, además de médicos, empresarios y profesionales.
"He tenido todo tipo de personalidades del mundo político, académico, artístico", dijo Peraza, de Café Canela. "[En febrero de 2013] el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, vino aquí un domingo".
Una de las caras más reconocidas en Westonzuela es la de Bárbara Palacios, una empresaria y madre de dos niños que fue coronada Miss Universo en 1986. Hoy, la beldad de 49 años vende accesorios y carteras en una tienda, que lleva su nombre, en las afueras de Weston Town Center, y hasta hace poco se le consideraba "Westonzolana" —antes de que se mudara a Fort Lauderdale.
El hecho de que Palacios naciera en España no afecta su estatus como un tesoro venezolano.
"Ella se mudó a Venezuela cuando era pequeñita y se considera pura venezolana", dijo Díaz, quien ayudó a Palacios comenzar su carrera como oradora y la apoyó cuando publicó su primer libro. "Tuvo una larga trayectoria como empresaria, con tres o cuatro tiendas y dos libros publicados. Ahora, ella siente que su misión es predicar la palabra".
Más que veraneo
Weston comenzó como muchas comunidades de Florida: como un destino de vacaciones.
La ciudad fue desarrollada en 10.500 acres de tierras de cultivo —en un principio pobladas por pimientos brasileños, vacas y lagartos— y fue imaginada desde un principio como un lugar "all-American", con calles arboladas y urbanizaciones con control de acceso. Pero en los años 80, desarrolladores de la compañía Arvida, en Weston, descubrieron una clientela más apta: las élites de Colombia y Venezuela.
"Ellos hicieron mucha publicidad en Venezuela, lo cual empujó muchos de los números que ves hoy, separado y aparte de Chávez", dijo el alcalde Stermer.
Al principio, dicen los Westonzolanos, era un lugar perfecto para vacacionar.
"Los venezolanos sabían que esta área estaba abierta para negocios y para desarrollo. Era una manera de vivir a 40 minutos de Miami y a 45 minutos del aeropuerto", dijo Abraham Zamd, un corredor de bolsa que se crió en Venezuela y mudó su familia a Weston en 1998. "Era una oportunidad para todos tener un segundo hogar. Los bienes eran más baratos acá y alguna gente venía a comprar".
Pero a fines de los años 90, cuando Chávez tomó poder, Weston pasó de ser un refugio de verano a uno permanente para los que huían de la violencia y el ahogo económico del gobierno de Chávez.
No más "secuestros express"
Para Díaz, la gota que le colmó la copa fue el día en que tocaron al timbre de su casa de Maracaibo.
Mientras sus dos niños estaban arriba junto a la empleada doméstica, su padre bajó para abrir la puerta y en un instante fue secuestrado.
"A mi padre no le pasó nada, gracias a Dios", dijo Díaz. "Pero para mí fue demasiado. Cuando tuvimos chance, nos fuimos".
Luego de mudarse a Weston con su esposo y dos hijos, como muchos de sus compatriotas, Díaz echó raíces.
Eventualmente, fundó la compañía GBS Group para ayudar a otros inmigrantes a levantar sus negocios y procesar sus documentos de inmigración. También co fundó Mujeres Latinas Impulsando Mujeres Latinas, que ayuda a las hispanas a adaptarse con éxito a la vida en EEUU.
La comunidad que Díaz y otros venezolanos ayudaron a crear tiene un sabor distintivamente suramericano.
Delicias como arepas, cachitos, tequeños y cortaditos son tan fáciles de conseguir como las hamburguesas y papitas estadounidenses.
La muerte de Chávez sucedió en un tiempo en el cual los Westonzolanos comienzan a vivir una transformación, como la que experimentaron los cubanos del sur de Florida que emigraron luego de que Fidel Castro tomara el poder en Cuba.
"Su mentalidad al llegar era el de una comunidad de refugiados que algún día regresaría", dijo Haar. "Esa mentalidad está cambiando, de refugiados a exiliados. Ya no son venezolanos que viven en Estados Unidos. Ahora son venezolanos americanos".
Aún así, el intento de balancear la vida estadounidense con la cultura hispana, incluso en un lugar como Weston, tiene sus retos.
"Como al año de estar aquí, mi hijo no quería sino hablar inglés", dijo Díaz. "Pero para mí siempre ha sido factor imprescindible que ellos hablen español, porque los traje aquí para que sean bilingües, no para que me pierdan el lenguaje", dijo. "Y le dije, 'bueno, si tú no hablas español, nos devolvemos inmediatamente a Maracaibo y te meto de nuevo en el viejo colegio'. Desde ese día, el chamo entendió que tenía que hablar español porque sí".
Conozca más de los autores (Mike Stocker, Melvin Félix, Nicole Brochu y John Maines) y sobre este tema visitando sun-sentinel.com.
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